Lorem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing elit. Nullam eu est quis enim commodo aliquet. Vestibulum eleifend venenatis massa. Curabitur rutrum accumsan felis. Pellentesque habitant morbi tristique senectus et netus et malesuada fames ac turpis egestas. Phasellus ut augue eu purus iaculis viverra. Maecenas vehicula dictum diam.

Cenar, temblar


¿Qué te ofrecería la muerte que ya no tengas?

¿Silencio, incomunicación, fracaso? No es más que eso lo que encontrarás allí. ¿Pero no son esas las razones que te llevan a buscarla?

¿Será necesaria la banalidad del suicidio para que por fin entiendas que nada de lo que deseas es posible?
Ayer, mientras escuchaba tus razones debí contener varias veces el deseo de patearte el trasero. La incontenible necesidad de tomarte por el cuello y apretar, apretar, apretarte hasta que ninguna maldita palabra pueda salirte nunca más por esa boca. Si no fueras tan imbécil. Si tan sólo te mataras sin pretender encontrar una lógica que fundamente tu acto. Pero no, insistís en dotar a tu desesperación de motivos que la justifiquen. Te esforzás en darle a tu desasosiego un sentido trascendente. Pobre iluso que no renuncia a la razón incluso en el instante de la renuncia más radical.

Me mirabas buscando mi asentimiento. Y no lo encontraste. No lo encontrarás jamás. Temblabas al hablar y sudabas sin que nada pudiera evitarlo. No me conmueven tus escenas. Tomaste un cognac, y luego otro, y otro. Fumaste un cigarrillo, y otro, y otro más. Luego actuaste tu ira con exceso y con vulgaridad. Moqueaste sobre la servilleta y un gorgeo de palomo te salió por la boca. Blando, sin convicción, ausente.

Me levanté. No soporto el espectáculo de tu debilidad. Me enfurece asistir a tu desilusión. Pero me subleva mucho más que alguna vez hayas tenido ilusiones.
Te lo advertí, miles, millones de veces. Te sacudí enérgicamente cada vez que tu entusiasmo amenazaba. Pero nada, nada de nada.
Ahora que comprobás que la esperanza era una ortopedia inútil, ahora que te muerde la carne el diente de la derrota. Ahora querés matarte.
Vos estabas muerto hace mucho tiempo. Vos y todos nosotros si definimos la vida según tus pobres términos.
Para fracasar hermano, para fracasar hay que haber deseado primero. Para sufrir por el fracaso, hay que desear aún.

Quería cenar tranquilo, lejos de tus lamentos y tu fragilidad. Me seguiste. Detrás. Hablando sin parar como si todavía continuáramos sentados en la mesa del bar. Caminaste hasta mi casa. Subiste las escaleras. Empujaste la puerta cuando quise cerrarla. Te serviste de mi cognac. Te sentaste en mi sillón. Arruinaste el sonido metálico de Miles Davis con el que busqué silenciarte. Lo intenté, te lo juro. Hice lo posible por alejarte, por callarte, por sacarte de encima de una vez. Pero nada…, nada de nada.

Te tomé por las solapas. Pensé en arrojarte yo mismo por el balcón. En darte el empujón final que sabía no te animarías a dar jamás.
Tal vez debí haberlo hecho. Un golpe seco, contundente. El vértigo de la caída. Un instante de demora. Silencio. O tal vez tu grito cobarde, agónico, arrepentido. El sonido macizo de tu cuerpo golpeando contra la vereda. El tumulto. Las sirenas de la ambulancia o los bomberos o la policía. El anónimo murmullo de la piedad urbana. El lamento fugaz de los transeúntes. El diario, la familia, los amigos. Y luego, rápidamente, el olvido. Otra vez la rutina. El recuerdo anémico y el dolor falso.

Pero no lo hice.
Pero cedí al impulso de callarte de otro modo.
Pero caí en la trampa de creer en mí.
Yo también. Iluso, idiota, ingenuo.

Puedo ver con nitidez los hechos. No dejo de verlos desde hace días. No hago otra cosa desde entonces.

Me arrojé a tus pies. Te inmovilicé en el piso. Te tapé la boca con una de mis manos. Te mordí el cuello y luego la frente y el músculo aún firme de tus brazos. Mastiqué tu carne como una fiera. Te comí, prolijamente, hasta que ya no quedaron huellas.

Ahora, y para siempre, sos esa maldita voz que no puedo silenciar. Esa energía incontenible que produce el terror. Ese sonido insoportable con que grazna el espanto. Esa puta cosa que me hace temblar, y temblar, y temblar…
File Under: