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Guideline: "Nueva guía del horror"

"Frente al infortunio de los pueblos,
frente a la miseria y la frustración,
los microbios como causa de enfermedad:
son unas pobres causas" Ramón Carrillo

Los verdaderos “enfermos terminales”

En el lenguaje médico un "enfermo terminal" es una denominación que alude a la condición de un paciente que, por las características de su patología, a llegado al umbral de lo que el conocimiento científico vigente puede ofrecerle. Se designa de este modo el estadío final de una enfermedad y el límite de la intervención médica.

A partir de allí la medicina ofrece estrategias de mantenimiento y soporte para una calidad de vida lo más digna posible en los momentos finales de la vida. En cada grupo de patologías se identifican mediante estudios diagnósticos y el insustituible juicio clínico una serie de indicadores acerca de la llegada de este período terminal. Existen guías internacionalmente aceptadas que regulan y organizan la secuencia de intervenciones médicas que postergan o incluso evitan la llegada a esta situación.

El ejercicio de una profesión como la medicina no podría permanecer ajeno a lo acontecido respecto de las condiciones materiales y culturales de la vida de una sociedad. Sus criterios, por lo tanto, no se encuentran únicamente demarcados por lo que la ciencia más pura e incontaminada ofrece sino que están dramáticamente signados por los acontecimientos históricos y las condiciones de vida. En nuestro país hoy podría proponerse un replanteo de los criterios que definen la condición de "terminal" de una persona enferma.

Esta nueva definición incrementa la brecha cada vez más profunda entre los conocimientos científicos disponibles, pero utópicos y la realidad perversa e indigente, pero irrefutable con que médicos y pacientes confrontamos a diario. En el ámbito público de la provincia de Bs As y en la especialidad de Cardiología (sospecho que esto podría extenderse en la geografía del país y a diversas especialidades), una nueva situación se impone con el peso abrumador de una contundente realidad.


Algunos ejemplos podrían ilustrar esta condición:

  • Los pacientes que presentan cuadros coronarios agudos requieren con frecuencia acceder a estudios de cateterismo cardíaco (cinecoronariografía) con urgencia. En la actualidad estos resulta poco menos que imposible lo que los condena a sufrir eventos mayores como el infarto de miocardio e incluso la muerte. La minoría de pacientes que han logrado realizarse este estudio requieren frecuentemente procedimientos de revascularización (angioplastia, By- pass coronario). Hoy esto resulta inaccesible por la carencia de insumos en los escasos centros dotados con la tecnología y el personal debidamente entrenado para ello.

  • Las personas que padecen un bloqueo auriculo-ventricular con bradicardia extrema requieren el implante de un marcapasos definitivo rápidamente. En este grupo se destacan los portadores de enfermedad de Chagas, en general provenientes de los sectores socialmente más desfavorecidos de la sociedad. Actualmente la provisión de estos elementos es mínima frente a la demanda. La demora es inaceptable siempre que supone riesgos para la vida y la dependencia de un dispositivo transitorio con las complicaciones infecciosas y de otros tipos que suelen acompañarlo.

  • Los enfermos que padecen enfermedades valvulares críticas necesitan el reemplazo quirúrgico de sus válvulas mediante cirugía cardiovascular. Otra situación prácticamente imposible por la carencia de prótesis valvulares y la larga lista de espera en los centros quirúrgicos.

  • Situaciones equivalentes se viven con numerosos casos como: desfibriladores implantables, transplante cardíaco, acceso a fármacos, alimentación y estilos de vida saludables, etc.

Desde el punto de vista concreto, material, incontrastable, desde la perspectiva de la indigencia y la falta de solidaridad estos enfermos son los nuevos pacientes terminales. Aquellos que, aún existiendo en el conocimiento médico vigente procedimientos capaces de salvar sus vidas, deben considerarse, a la luz de los crudos hechos: terminales, irremediables, desamparados.

El fin de sus vidas llega anticipadamente, ya no por la evolución natural de sus enfermedades o por la falta de respuestas científicas posibles sino más bien por la miserable condición de la salud pública en el país, por la falta de solidaridad, la desatención y la insensibilidad de un estado prófugo de sus obligaciones más elementales.

La buena voluntad de los trabajadores de la salud, el ejercicio de la solidaridad social y la compasión que cada uno pone de manifiesto no remedian el dramatismo de la actual situación. Ninguna excusa economicista, ninguna razón política o estratégica podría justificarla. Muchos de nosotros, doloridos, hastiados, asqueados por la obsenidad del despilfarro y la corrupción, ni siquiera estamos dispuestos a escucharlas.

Daniel Flichtentrei

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