Jura que no logra percibir la diferencia. “Un cadáver es una indicio débil para documentar la muerte de nadie” dice, cuando le arrojamos las pruebas sobre la cara. La realidad no puede ser tan insignificante. Hay cierta coherencia que Andy le exige a las cosas. Si es posible creer en relatos absurdos no puede resultar tan difícil descreer de certezas no menos improbables. Lo ha discutido con su analista pero él insiste en el principio de realidad y otras inconsistencias. Andy, por su parte, ha decidido darse de alta lo que a mí me parece uno de los pocos actos de normalidad que ha realizado en su vida. Busca sistemáticamente a Jimy Hendrix tachando distritos en el mapa de la ciudad. Sabe que alguien capaz de “Purple rain” no pudo morir de un modo tan miserable en una sucia habitación del Hotel Samarkand ahogado con su propio vómito, adormecido por los vapores químicos de nueve somníferos y unos vasos de vino. Ha recorrido mil veces el trayecto entre Notting Hill y el St Mary Abbot´s Hospital en Kensington. Buscarlo lo mantiene vivo. Incluso, lo sostiene en esa rara forma de salud en la que cree. Yo, que no puedo salirme de la jaula de la razón, he creído advertir alguna vez la silueta borrosa de un dios negro escondiendo el bulto de su Stratocaster debajo de un impermeable marrón. Después de todo la verdad no es más que un inconveniente para el que todos buscamos remedio.
Buscando a Hendrix
Posted 9:28 by DanielJura que no logra percibir la diferencia. “Un cadáver es una indicio débil para documentar la muerte de nadie” dice, cuando le arrojamos las pruebas sobre la cara. La realidad no puede ser tan insignificante. Hay cierta coherencia que Andy le exige a las cosas. Si es posible creer en relatos absurdos no puede resultar tan difícil descreer de certezas no menos improbables. Lo ha discutido con su analista pero él insiste en el principio de realidad y otras inconsistencias. Andy, por su parte, ha decidido darse de alta lo que a mí me parece uno de los pocos actos de normalidad que ha realizado en su vida. Busca sistemáticamente a Jimy Hendrix tachando distritos en el mapa de la ciudad. Sabe que alguien capaz de “Purple rain” no pudo morir de un modo tan miserable en una sucia habitación del Hotel Samarkand ahogado con su propio vómito, adormecido por los vapores químicos de nueve somníferos y unos vasos de vino. Ha recorrido mil veces el trayecto entre Notting Hill y el St Mary Abbot´s Hospital en Kensington. Buscarlo lo mantiene vivo. Incluso, lo sostiene en esa rara forma de salud en la que cree. Yo, que no puedo salirme de la jaula de la razón, he creído advertir alguna vez la silueta borrosa de un dios negro escondiendo el bulto de su Stratocaster debajo de un impermeable marrón. Después de todo la verdad no es más que un inconveniente para el que todos buscamos remedio.
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