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El perímetro del mundo y el perímetro de tu cintura.

“Apuntes insensatos sobre el surgimiento del mono obeso”
Si las cosas siguen de este modo es posible que se haga necesario contratar un agrónomo para medir el perímetro de tu cintura mientras resulte suficiente con un vistazo “a ojo de buen cubero” para calcular el perímetro del mundo.

Distancias, las verdaderas distancias, aquellas que daban idea de lejanía, inmensidad, separación, esas, ya no pueden aplicarse al mundo como territorio.

Comunicaciones histéricas, contactos superfluos pero “en tiempo real”, chat, videoconferencia, transmisión satelital, mensajes de texto o de voz, guerras, partidos de fútbol o encuentros del G8, todo en el living de tu casa. Cerveza y papas fritas y el mundo se pone a tus pies. Mientras estirás las piernas y te aferrás al control remoto las travesías se disuelven y el espacio se licua. Dimensiones obsoletas, impropias para el momento, antiguos modos de percibir que estaban atados a los modos de medir ya no califican para la geografía del presente. El mundo se encoge a toda marcha y ya no es necesario desplazarte.

¿Qué experiencia que ya no tengas en tus pantallas justificarían el traslado?
¿Qué sabores o qué olores que no puedas obtener en el delivery de tu barrio?

¿Qué rostros o qué caricias lejanas que ya no segregue la pantalla de tu PC?

Click y aquí estás: el reporte diario de tu hijo emigrado, el llanto desencajado de tu nuevo nieto, el áspero dialecto de los tíos de Europa...

A las 7 AM suena puntualmente el radio reloj y, mientras tu tostadora hace su trabajo, toca el portero eléctrico el universitario melancólico que cada mañana pasea a tu mascota. Tu poder, incluso tu prestigio se derivan de las redes que puedas comandar y no de las distancias que puedas recorrer. En Network City poseer las redes más poderosas equivale a habitar el vecindario más privilegiado.

Aquellos viejos sueños de construir mapas tan extensos como los territorios ya no tienen sentido. En el espacio postmoderno son los territorios los que se transforman mientras los mapas permanecen en un letargo espástico, impotentes, ante una cartografía inestable y neurótica.

· Comunidad y comunicación: el efímero valor de las palabras.

Para los antiguos griegos que habitaban la Polis, las fronteras de su comunidad estaban marcadas por la distancia que un hombre podía recorrer a pie en un solo día. Es decir su comunidad estaba claramente definida por la posibilidad de establecer comunicación y esta, completamente atrapada por la distancia espacial que separaba a unos individuos de otros.
Comunidad y comunicación tejían un entramado indisoluble que hoy nos costaría imaginar.
Los límites de la comunidad son los límites de la comunicación.

Hace pocos años la European Telework Online (ETO) publicó un interesante trabajo sobre el nuevo concepto de “distancia”. La compañía, conciente de la metamorfosis de esa noción, construyó una nueva escala de medición basada en el costo relativo de las comunicaciones telefónicas internacionales. Cuanto más bajo sea ese costo, menor será la distancia que separe dos puntos. La unidad adoptada fue el costo de la llamada entre el Inglaterra y Estados Unidos al que se le asignó el valor: 1. Esta línea es la más competitiva y la más barata del mundo.De este modo se producen resultados que podrían resultarte paradójicos si aún no ingresas en este mundo de dimensiones mutantes. Austria, por ejemplo, se encuentra dos veces más lejos de Londres que Nueva York, Chipre: 5 veces, Bolivia: 10 veces, Argentina: 7,3 veces, y así con cada nación.Una llamada telefónica desde Inglaterra a Francia, - su vecino antiguamente más cercano - cuesta el doble que una llamada transatlántica. Así, París, está al doble de distancia de Londres que Boston.

En el interior de esta nueva lógica de espacios fluidos las nociones de interior y de exterior se quiebran, lo público y lo privado se reconfiguran constantemente.

Poco habría que esforzarse para aplicar esta estrategia a indicadores como la educación, la economía, el acceso a la salud o a la tecnología. Según Castells: “educación significa que a partir de un desarrollo del sistema educativo se es capaz de producir personas con autonomía de pensamiento y con capacidad de autoprogramación y de adquisición de conocimientos durante el resto de su vida”.

Más tarde afirma: “Internet no es una tecnología sino una forma de organizar la actividad. Lo que era la fábrica en la gran organización de la era industrial, es Internet en la era de la información”
¿A qué distancia se encontrarán entonces ciudades marginadas de la educación como recurso de las megalópolis intoxicadas de información y oferta académica?

¿Qué centralidad y qué periferia jalonan un mundo que no cesa de encogerse?

· Redes, pantallas y adipocitos: de cómo también se acorta la distancia al cementerio.

Ya no puede atribuirse a la ira de los dioses la explosión de las epidemias contemporáneas. Sus causas son más o menos evidentes, sus consecuencias nos golpean a cada momento con la contundencia de un cross en la mandíbula.

Sin juicios de valor, sin metáforas apocalípticas ni recriminaciones moralistas: ¿Alguien creyó ingenuamente que, de estos modos de vivir no se desprenderían estos modos de morir?
Los estudios epidemiológicos más serios del mundo muestran, de un modo incontrastable, que nuestro índice de masa corporal se incrementa con el paso de los años. Cada nuevo relevamiento pone de manifiesto la dirección de las transformaciones que nos llevan desde el magro hermano paleolítico al taciturno mono obeso en que nos vamos convirtiendo. Las relaciones entre estos cambios y los estilos de vida surgen de la propia información que los estudios proveen. Más allá de toda interpretación tendenciosa o malintencionada, al margen de las posiciones individuales sobre lo que el progreso – si tal cosa existiera – representa, hay asociaciones imposibles de disimular.

El gasto energético alcanza sus niveles más paupérrimos mientras el ingreso calórico se dispara como meteorito enloquecido alojándose en el centro mismo de tu abdómen y en la turbia intimidad de tus arterias.

La vida cotidiana, eso que cada día somos - y ningún mortífero rayo caído del cielo - son los motivos primeros de aquello que nos mata.

Los beneficios del confort, las formas modernas del placer y la felicidad socialmente construidas aportan las condiciones de posibilidad para el desarrollo de un entorno metabólico productor de catástrofes.

¿Te seducen más las escaleras mecánicas que las pedestres, el elevador que la escalera, el videojuego que el basquetball, el e-mail que la caminata, la máquina lavaplatos que los guantes de goma?


Perfecto, bienvenido, a mi también me sucede: pero no es lo único que sucede...

Los vínculos entre la actividad física y las enfermedades hace tiempo que han quedado establecidos. La incidencia de Diabetes tipo II crece linealmente en relación a la disminución del ejercicio. Lo mismo puede decirse de las alteraciones de los lípidos, de la obesidad, la enfermedad cardiovascular, el cáncer de colon, de mama o de próstata. Ignorarlo no contribuirá a resolver el problema. Atribuirlo a fenómenos puramente biológicos, inmotivados, o a la pura fatalidad no nos ayudará a organizarnos y prevenirlos.

Ojos bien cerrados y adelante o, abrimos los ojos y nos detenemos a pensar juntos. Tratar a fenómenos complejos como realidades simplificadas produce respuestas incompletas, amputadas, hemipléjicas.

Y así nos va...Si todo fenómeno médico es reducido a un fenómeno biológico puro estaremos privando a nuestra perspectiva de herramientas indispensables para un análisis inteligente.

“Quien cree que todas las frutas maduran al mismo tiempo que las frutillas; nada sabe acerca de las uvas... " Paracelso.

En nuestra experiencia ingenua sólo tenemos la sensación de que hemos entendido algo cuando somos capaces de representarlo. La representación de la crisis cardiaca súbita como algo inesperado, pero también inmotivado, ha contribuido a establecer una metáfora ingenua, celestial, meteorológica. Lamento desilusionarte pero, salvo muy contadas excepciones, no existe tal cosa como un ataque cardíaco súbito, esto requiere años de prolija preparación. Las condiciones para que este fenómeno suceda se gestan durante décadas de meticulosa acumulación. Lo único verdaderamente súbito es el síntoma, en ocasiones la muerte, y siempre el aterrizaje forzoso en el centro de tu conciencia de que tal cosa está presente. Súbita es la manifestación visible y sus consecuencias dramáticas. Lentas, silenciosas, progresivas, vinculadas con el estilo de vida son las numerosas condiciones previas que es necesario reunir para que aquello suceda.

Abundan los ejemplos en la investigación científica epidemiológica acerca de estas relaciones peligrosas entre estilos de vida y enfermedades graves.

Un trabajo reciente realizado en Australia se ocupó de analizar los resultados de una encuesta en la que las personas manifestaban el número de horas diarias que ocupaban en mirar televisión y pudo cotejarlo con los valores de Glucemia en sangre. Los resultados muestran una relación directa entre el incremento de la cantidad de tiempo destinado a la TV y el aumento de los valores de Glucemia y de otros parámetros indicadores de Diabetes o alguna de sus formas premonitorias.

La misma conclusión podría extraerse tomando otros indicadores como el peso, el índice de masa corporal, la hipertensión arterial y tantos otros.

· La construcción de indicadores de riesgo: “Tomando los rebaños por ejércitos”

No resulta ninguna novedad que los indicadores de salud o enfermedad conforman una red donde lo social y lo biológico son a menudo indistinguibles. Separar para analizar, no nos autoriza a inferir conclusiones sin mencionar este artificio. Producir conocimiento “científico” en un ambiente de aislamiento de las comunidades disciplinares, mediante la creación de lenguajes herméticos, la abstracción de las variables de su contexto y en base a “ejemplares” depurados y simplificados, no parece la mejor estrategia en los tiempos que corren.Los individuos funcionamos como sujetos “entramados” en culturas específicas y, como sistemas autoorganizados, nacemos y vivimos en un permanente horizonte de intercambios.Se hacen entonces imprescindibles nuevas cartografías y nuevas formas de cartografiar. Modos creativos capaces de producir los instrumentos conceptuales que den cuenta de lo real.Nadie podría impugnar verdades establecidas como la que relaciona de manera directa el valor de la tensión arterial o el Colesterol plasmático con la mortalidad cardiovascular. Nadie, así mismo, podrá ignorar el impacto diferenciado que estas variables adoptan en culturas diferentes.El famoso estudio europeo de los Siete Países ha puesto de manifiesto esta idea.

En esta investigación epidemiológica se observó que, para idéntico valor de presión arterial o de Colesterol, las cifras de mortalidad variaban groseramente de acuerdo a la región donde se realizaba el análisis. La mortalidad asociada en los países del sur europeo (Mediterráneo) resultó muy inferior a la registrada en el norte de Europa o en los Estados Unidos de América. Diferencias más que significativas para magnitudes idénticas de presión arterial o Colesterol que demandan explicaciones y causalidades que los números no aportan.

Estos resultados emergentes parecen no ser el resultado unívoco de una causa, sino el producto de múltiples interacciones que constituyen su condición de posibilidad, pero que no los determinan linealmente.

¿Qué otras condiciones estarán conformando el contexto donde los indicadores se expresan?

¿Qué parcelas de la realidad que aquellos valores no miden inciden en los resultados?

Te dejo la inquietud, te propongo que lo pienses, que te abras a la imaginación creativa y propongas explicaciones que completen lo que las cifras parecen ocultar.

Te dejo también la incertidumbre sobre las causalidades rotundas y las explicaciones monolíticas.

Te dejo mi propuesta de, abandonar los “límites/limitantes” y, poniendo tu inteligencia al servicio del bienestar de todos, imaginemos juntos modos de continuar formulándonos preguntas y no sucumbir bajo el peso aplastante de las respuestas dadas.

Daniel Flichtentrei
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